La ciudad del laissez-faire

Antes de 1916, la ciudad de Nueva York no imponía restricción alguna sobre la elevación o cubrimiento del lote para ninguna estructura que no fuera un casa de departamentos. El código de construcción municipal, aprobado originalmente en los años 1860 y revisado frequentemente, requería construcción a prueba de incendio y fijó espesores mínimos para paredes portantes de mampostería , reglamentos que tuvieron el efecto de restringir la elevación, porque requerían que una porción muy grande de la muy rentable planta baja de un edificio alto fuera ocupada por mampostería estructural. Después de que una revisión del código en 1892 estableciera pautas para la construcción con esqueleto de acero, los edificios de oficinas empezaban frecuentemente a llegar a 16 o más plantas.

La nueva tecnología y la falta de restricciones sobre altura permitían la construcción de edificios muy altos, muchas veces en lotes muy pequeños, y cuadras tan densas de torres que transformaron varias de las angostas calles de downtown en callejones sin sol. Esto produjo temores por la salud y seguridad públicas, especialmente con respecto a incendios y evacuaciones de emergencia, que junto con las preocupaciones de los dueños de propiedades dejadas en la sombra, propulsaron el apoyo político por la zonificación.

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